30 May
La Perdíz, El Conejo y las Semillas de Chocolate

Hace mucho mucho tiempo, existía un hermoso lugar llamado Wallmapu, en el cual había muchos bosques, llenos de bellas plantas, árboles y animales. Este mágico lugar hoy lo conocemos como Chile. Allí vivía un pajarito muy importante, la Perdiz Chilena, que recorría estas hermosas tierras alimentándose de sus frutos y siendo muy muy feliz. Su felicidad era tan grande que decidió compartirla con los niños y niñas que cuidaban los bosques del Wallmapu, para agradecerles su bondad y cariño por la naturaleza. A la Perdiz se le ocurrió una gran idea, aprovechando la fertilidad que traerían las lluvias, usó la energía del Equinoccio de Otoño para poner Huevos hechos de Chocolate y empezó a repartirlos por el bosque para que los niños y niñas los encontraran y disfrutaran. 

Todos los años, tras la llegada del Otoño, los niños y niñas del Wallmapu disfrutaban del regalo de la Perdiz y se ponían felices como las perdices. Pero un día, llegó a esas tierras un animal invasor: El Conejo. Este peludo animalito llegó desde el viejo mundo, desde otro continente, para conquistar el Wallmapu. Muy pronto, el Conejo descubrió el secreto de la Perdiz y sus Huevos de Chocolate y observó como los niños y niñas eran felices comiéndolos y compartiendo en comunidad. El Conejo en ese entonces tuvo una malvada idea, se robaría todos los Huevos de Chocolate, que antes eran gratis para los niños y niñas, y ahora se los vendería muy caros y se haría rico a costa del trabajo de la bondadosa Perdiz. 

Como ahora el Conejo vendía algo que antes era gratis y para todos y todas, muchos niños no pudieron comprar Huevitos de Chocolate y eso generó que compitieran y se pelearan entre ellos, lo que finalmente los puso muy tristes. El tiempo pasó, cada año la Perdiz ponía Huevos de Chocolate para los niños y cada año el Conejo los robaba y se los vendía a los que pudieran costearlo. 

Para el siguiente Equinoccio de Otoño, el Conejo se preparaba para robarse los Huevos de la Perdiz, pero esta vez le fue imposible. Las plantas del Bosque sintieron el sufrimiento de la Perdiz y se organizaron para defenderla. Decidieron que nunca más alguien ajeno les robaría sus riquezas, como los Huevos de Chocolate, así que crecieron muy grandes y frondosas para que el Conejo no pudiera entrar al bosque. Pero el Conejo era audaz y ayudado de sus fuertes dientes logró cortar las plantas y entrar al Bosque para seguir robando. La Perdiz al ver esto se dio cuenta de que tenía muchos aliados: los árboles y plantas del bosque, pero que estaban sufriendo por el malvado Conejo. 

Un día, no hace mucho, la Perdiz se cansó de las injusticias del Conejo. Tuvo una gran idea, aprovechando la energía del Equinoccio de Otoño, les contó a todas su secreto más preciado, les enseñó cómo crear Semillas de Chocolate. Ahora la Perdiz no pondría los Huevos de Chocolate, sino que las Plantas y Árboles del Bosque harían cientos de miles de Semillas de Chocolate para repartirle a los niños y niñas del Wallmapu, tantas que el Conejo no podía robarlas todas y se le acabaría el negocio. 

Finalmente, gracias al trabajo en conjunto de la Perdiz y las Plantas del Bosque, el malvado Conejo se rindió y nunca más les robó a los niños y niñas. El malvado Conejo nunca más pudo aprovecharse de la Perdiz y vender injustamente sus Huevos de Chocolate y gracias a esto ahora todos los años, después del Equinoccio de Otoño, en los lugares que tienen muchas plantas, los niños y niñas que cuidan la naturaleza pueden encontrar deliciosas Semillas de Chocolate. 

Si nos unimos y trabajamos en comunidad para cuidar la naturaleza y defenderla de quienes la destruyen, podremos disfrutar junto a ella de sus bondades y vivir felices en un entorno agradable. 

FIN

[Este cuento es de autoría colectiva de lxs participantes del Huerto Comunitario La Berenjena, Abril del 2018]